RESUMEN: Un buen locutor es reconocido no sólo por su voz
sino también y fundamentalmente por su actitud frente al micrófono y por cómo
proyecta sus dotes radiofónicos hacia el público oyente. Esto significa que se
hace necesario el uso del género dramático para que el locutor además de esto,
se convierta en un dramaturgo que sabe usar su voz como carta de presentación y,
actúa con absoluta naturalidad creando así un lazo muy fuerte entre él y sus
oyentes.
PALABRAS CLAVES: Radio, voz, género dramático, feedback.
Hablar es comunicar y, comunicar es expresar. Expresar es
dejar salir, liberar, soltar, espirar, exhalar, emanar, etc. Se pone de
manifiesto cómo nuestro cuerpo reacciona psíquico, emocional y muscularmente
como un todo ante determinados estímulos; de esta manera, la voz se transforma
en la proyección externa de nuestra personalidad.
En radio no sólo es necesario tener una gran voz y conocer
técnicas para mejorarla sino también es necesario tener actitud, saber llegar
al público y ser carismático. En nuestra condición de radioyentes capturamos lo
que el locutor nos muestra a través de su voz.
Es por eso que se debe considerar que ser un buen locutor no
significa solamente contar con una voz prodigiosa, sino aunar a ello una serie
de factores de la personalidad que deban irradiarse hacia el público. El
locutor es la carta de presentación del medio de comunicación radial, por lo
tanto el oyente necesita de un locutor (a) que le aporte confianza. Esta es una
profesión donde el ritmo, la entonación y el matiz desempeñan un rol básico y
todo ello sobre la cuerda de lo natural. Algunos de dichos factores son:
La naturalidad consiste en expresarse sin mayor esfuerzo ni
afectación. Las palabras fluyen sin titubeos ni rebuscamientos y llegan
dócilmente a la imaginación del oyente.
La claridad es expresar las ideas de manera comprensible, que
el mensaje sea captado por nuestros oyentes eficazmente, y que subjetivamente pueda ver lo que piensa
el locutor.
La precisión como sinónimo de laconismo y concisión. Consiste
en expresarse de manera concreta evitando la repetición y los rodeos, así como
dejar de tratar asuntos que sean ajenos al tema que nos preocupa.
La cultura que va aunando a la educación y experiencia del
locutor. Como comunicador social, es necesario contar con conocimientos sobre
la realidad del ambiente, la sociedad de la que forma parte así como por
ejemplo conocimientos teóricos sobre los temas que le corresponde tratar y
otras materias afines.
La responsabilidad, se trata de responder fehacientemente por
las tareas que se deben de cumplir y esta responsabilidad se expresa
principalmente en la fe que se tiene por las ideas que se deben propagar en los
marcos del servicio a la verdad, la justicia y la libertad que son los
principales principios éticos del periodista. Al igual que estos valores que
son el fundamento de la actividad periodística, el buen locutor debe asumir como
su responsabilidad la defensa de todos los valores que hacen posible nuestra
vida en sociedad.
El talento que no es más que la habilidad y el don que se
tiene para lograr una comunicación eficaz y provechosa, mejor aún si con ello
se logra el aprecio y la admiración de la audiencia. El talento se manifiesta
principalmente en la sinceridad, el ingenio, la presteza y el entusiasmo con
que se aborda la comunicación oral.
El estilo, esta cualidad que consiste en saber distinguirse
de los demás por el sello personal que se impregna a sus expresiones, por la
manera de decirlas. Para ello debe tenerse en cuenta que se está comunicando
con personas que deben saber identificarlo, que deben considerarlo un visitante
bienvenido y no un molesto intruso.
Todos estos factores están sujetos a cada persona y su estilo
de vida, pues se sabe que la voz es el soporte acústico de la palabra; ella
vehiculiza nuestros pensamientos, ideas, emociones, etc. Emerge, se proyecta,
se modifica en nosotros mismos y a través de todo nuestro ser.
Todo nuestro cuerpo participa en su producción, pero, al
mismo tiempo, todo nuestro cuerpo reacciona al escuchar nuestra propia voz, el
entorno sonoro o el mensaje oral de nuestros semejantes. Así se produce un
feedback de comunicación y emoción único que en el ser humano alcanza los picos
más altos de expresión.
Inés Bustos Sánchez especifica en su libro “La voz, la técnica y expresión” (1) que
el perfil profesional de la primera generación de voces microfónicas
(1924-1936) fundamentan estilos profesionales sucesivos resultando un híbrido
entre rapsodas, actores y periodistas, aquellos que fueron formados en la
tradición del gesto exagerado de la declamación en un escenario, en el énfasis
rítmico de la dicción de un texto poético y conscientes de la trascendencia
comunicativa que subyace en el acto periodístico de informar “al instante”, a
través del micrófono, a un público de dimensiones extraordinarias, nunca
imaginadas hasta entonces.
Así muchos actores fracasaron, porque su estilo de declamación
tan impostado era impropio de la verdad radiofónica o por la ausencia del
feedback de las miradas y emociones del público, que el actor necesitaba a modo
de válvula retroalimentadora de la energía necesaria para la construcción del
personaje.
Las paulatinas definiciones y redefiniciones de los primeros
géneros radiofónicos, a modo de códigos narrativos del lenguaje radiofónico,
contribuyeron a diversificar poco a poco la primera dimensión omnisciente del
“locutor radiofónico”. El primer locutor de Radio Barcelona en su etapa
fundacional (1824- 1926), Rafael del Caño, era apreciado porque sabía expresar
con igual arte la información de un suceso, la lectura de una poesía, la
conferencia divulgativa sobre un asunto científico o la transmisión amena de un
anuncio publicitario. En la medida en que fueron acotándose los límites
expresivos y narrativos de los programas radiofónicos, encuadrados en géneros o
formatos distintos, así también fueron encontrando su acomodo en la radio voces
distintas para cometidos distintos, con unas cualidades propias para cada
ocasión comunicativa.
Es por eso que desde hace muchos años, además de ser
periodistas era necesario tener actitudes teatrales tanto corporales como en la
voz. Así, el género dramático ha marcado grandes rasgos en la emisión del
trabajo periodístico, colaborando con la verdadera aceptación en la audiencia y
la efectividad en la retroalimentación.
La acción se ve determinada por el diálogo, y a través de él,
se establece el conflicto central que otorga sentido al trabajo final.
Las características de los elementos de este género (2) como
la acción, los personajes, la tensión dramática, el tiempo y el diálogo, y
junto a estos, el uso de esquemas argumentales funcionales, podrían generar
óptimos resultados en el público.
A manera de conclusión, en la radio no se necesitan voces
extraordinarias sino por el contrario, es necesario saber llegar al público con
carisma, conocimiento técnico y con mayor importancia: saber un poco de todo (3).
Por otro lado, queda claro que la emisión de información en el trabajo
periodístico no es más que meramente la proyección de la voz a través de un
micrófono, sino la caracterización de un personaje que trabaja con la
información haciendo uso del género dramático en su voz, con la finalidad de
encandilar a la audiencia y garantizar su fidelidad y retroalimentación.
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(2)
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