sábado, 18 de mayo de 2013

UN BUEN LOCUTOR


RESUMEN: Un buen locutor es reconocido no sólo por su voz sino también y fundamentalmente por su actitud frente al micrófono y por cómo proyecta sus dotes radiofónicos hacia el público oyente. Esto significa que se hace necesario el uso del género dramático para que el locutor además de esto, se convierta en un dramaturgo que sabe usar su voz como carta de presentación y, actúa con absoluta naturalidad creando así un lazo muy fuerte entre él y sus oyentes.
PALABRAS CLAVES: Radio, voz, género dramático, feedback.

Hablar es comunicar y, comunicar es expresar. Expresar es dejar salir, liberar, soltar, espirar, exhalar, emanar, etc. Se pone de manifiesto cómo nuestro cuerpo reacciona psíquico, emocional y muscularmente como un todo ante determinados estímulos; de esta manera, la voz se transforma en la proyección externa de nuestra personalidad.
En radio no sólo es necesario tener una gran voz y conocer técnicas para mejorarla sino también es necesario tener actitud, saber llegar al público y ser carismático. En nuestra condición de radioyentes capturamos lo que el locutor nos muestra a través de su voz.
Es por eso que se debe considerar que ser un buen locutor no significa solamente contar con una voz prodigiosa, sino aunar a ello una serie de factores de la personalidad que deban irradiarse hacia el público. El locutor es la carta de presentación del medio de comunicación radial, por lo tanto el oyente necesita de un locutor (a) que le aporte confianza. Esta es una profesión donde el ritmo, la entonación y el matiz desempeñan un rol básico y todo ello sobre la cuerda de lo natural. Algunos de dichos factores son:
La naturalidad consiste en expresarse sin mayor esfuerzo ni afectación. Las palabras fluyen sin titubeos ni rebuscamientos y llegan dócilmente a la imaginación del oyente.
La claridad es expresar las ideas de manera comprensible, que el mensaje sea captado por nuestros oyentes eficazmente,  y que subjetivamente pueda ver lo que piensa el locutor.
La precisión como sinónimo de laconismo y concisión. Consiste en expresarse de manera concreta evitando la repetición y los rodeos, así como dejar de tratar asuntos que sean ajenos al tema que nos preocupa.
La cultura que va aunando a la educación y experiencia del locutor. Como comunicador social, es necesario contar con conocimientos sobre la realidad del ambiente, la sociedad de la que forma parte así como por ejemplo conocimientos teóricos sobre los temas que le corresponde tratar y otras materias afines.
La responsabilidad, se trata de responder fehacientemente por las tareas que se deben de cumplir y esta responsabilidad se expresa principalmente en la fe que se tiene por las ideas que se deben propagar en los marcos del servicio a la verdad, la justicia y la libertad que son los principales principios éticos del periodista. Al igual que estos valores que son el fundamento de la actividad periodística, el buen locutor debe asumir como su responsabilidad la defensa de todos los valores que hacen posible nuestra vida en sociedad.
El talento que no es más que la habilidad y el don que se tiene para lograr una comunicación eficaz y provechosa, mejor aún si con ello se logra el aprecio y la admiración de la audiencia. El talento se manifiesta principalmente en la sinceridad, el ingenio, la presteza y el entusiasmo con que se aborda la comunicación oral.
El estilo, esta cualidad que consiste en saber distinguirse de los demás por el sello personal que se impregna a sus expresiones, por la manera de decirlas. Para ello debe tenerse en cuenta que se está comunicando con personas que deben saber identificarlo, que deben considerarlo un visitante bienvenido y no un molesto intruso.
Todos estos factores están sujetos a cada persona y su estilo de vida, pues se sabe que la voz es el soporte acústico de la palabra; ella vehiculiza nuestros pensamientos, ideas, emociones, etc. Emerge, se proyecta, se modifica en nosotros mismos y a través de todo nuestro ser.
Todo nuestro cuerpo participa en su producción, pero, al mismo tiempo, todo nuestro cuerpo reacciona al escuchar nuestra propia voz, el entorno sonoro o el mensaje oral de nuestros semejantes. Así se produce un feedback de comunicación y emoción único que en el ser humano alcanza los picos más altos de expresión.
Inés Bustos Sánchez especifica en su libro “La voz, la técnica y expresión” (1) que el perfil profesional de la primera generación de voces microfónicas (1924-1936) fundamentan estilos profesionales sucesivos resultando un híbrido entre rapsodas, actores y periodistas, aquellos que fueron formados en la tradición del gesto exagerado de la declamación en un escenario, en el énfasis rítmico de la dicción de un texto poético y conscientes de la trascendencia comunicativa que subyace en el acto periodístico de informar “al instante”, a través del micrófono, a un público de dimensiones extraordinarias, nunca imaginadas hasta entonces.
Así muchos actores fracasaron, porque su estilo de declamación tan impostado era impropio de la verdad radiofónica o por la ausencia del feedback de las miradas y emociones del público, que el actor necesitaba a modo de válvula retroalimentadora de la energía necesaria para la construcción del personaje.
Las paulatinas definiciones y redefiniciones de los primeros géneros radiofónicos, a modo de códigos narrativos del lenguaje radiofónico, contribuyeron a diversificar poco a poco la primera dimensión omnisciente del “locutor radiofónico”. El primer locutor de Radio Barcelona en su etapa fundacional (1824- 1926), Rafael del Caño, era apreciado porque sabía expresar con igual arte la información de un suceso, la lectura de una poesía, la conferencia divulgativa sobre un asunto científico o la transmisión amena de un anuncio publicitario. En la medida en que fueron acotándose los límites expresivos y narrativos de los programas radiofónicos, encuadrados en géneros o formatos distintos, así también fueron encontrando su acomodo en la radio voces distintas para cometidos distintos, con unas cualidades propias para cada ocasión comunicativa.
Es por eso que desde hace muchos años, además de ser periodistas era necesario tener actitudes teatrales tanto corporales como en la voz. Así, el género dramático ha marcado grandes rasgos en la emisión del trabajo periodístico, colaborando con la verdadera aceptación en la audiencia y la efectividad en la retroalimentación.
La acción se ve determinada por el diálogo, y a través de él, se establece el conflicto central que otorga sentido al trabajo final.
Las características de los elementos de este género (2) como la acción, los personajes, la tensión dramática, el tiempo y el diálogo, y junto a estos, el uso de esquemas argumentales funcionales, podrían generar óptimos resultados en el público.
A manera de conclusión, en la radio no se necesitan voces extraordinarias sino por el contrario, es necesario saber llegar al público con carisma, conocimiento técnico y con mayor importancia: saber un poco de todo (3). Por otro lado, queda claro que la emisión de información en el trabajo periodístico no es más que meramente la proyección de la voz a través de un micrófono, sino la caracterización de un personaje que trabaja con la información haciendo uso del género dramático en su voz, con la finalidad de encandilar a la audiencia y garantizar su fidelidad y retroalimentación.

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(3)

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